Incendios forestales, ¿enemigos o aliados de los bosques? | IIES

Incendios forestales, ¿enemigos o aliados de los bosques?

Fotografía de M. C. Rubén Ortiz Mendoza

Incendios forestales, ¿enemigos o aliados de los bosques?

Durante estos últimos días han abundado noticias sobre el impacto que han generado los incendios forestales en bosques de Estados Unidos y Canadá. Las imágenes son desconcertantes: árboles enteros consumidos por las llamas, el cielo cubierto por grandes nubes de humo, grandes áreas boscosas completamente quemadas, y el cansancio de brigadistas que luchan por contener el fuego y evitar que se propague en bosques cercanos y en residencias ubicadas en las periferias de pueblos y ciudades. El panorama después del incendio es simplemente desolador.

Esto es resultado de la implementación de una política de combate y supresión del fuego forestal, especialmente en Estados Unidos y Canadá, desde principios del siglo XX. En México, aunque con menor alcance y rigor, esta política se encuentra asentada en leyes y normas ambientales federales y estatales que prohíben activamente el uso del fuego. Sin embargo, este tipo de políticas restrictivas del fuego han propiciado precisamente lo que se quería evitar: acumulación progresiva del material leñoso, mayor cantidad de árboles por unidad de área, recambio de especies adaptadas al fuego por especies más flamables, y finalmente incendios catastróficos que devastan miles de hectáreas, tal como los incendios que vemos en las noticias.

La clave para evitar la aparición de incendios catastróficos es entender que el fuego tiene un papel muy importante en el funcionamiento y regeneración de los ecosistemas forestales. Por un lado, existen bosques y especies adaptadas al fuego, e incluso algunas necesitan de él para poder regenerarse. Por ejemplo, las estructuras reproductivas conocidas como estróbilos, conos o piñas de algunos árboles como el pino Alepo (Pinus halepensis) del Mediterráneo, o el pino ocote (Pinus patula) de México, requieren altas temperaturas para poder abrir y liberar las semillas, lo cual sólo es posible con el fuego. De hecho, la mayoría de las especies de pino tienen corteza gruesa, precisamente para resistir incendios frecuentes, pero de baja intensidad.

Por otro lado, hay ecosistemas forestales que son muy afectados por el fuego, pues los incendios son escasos, generalmente porque hay mucha humedad o frío. Por ejemplo, los bosques tropicales o selvas, los humedales, el bosque de niebla o mesófilo de montaña y la tundra. Después de incendios, las especies de estos ecosistemas tienen muchas dificultades para regenerarse. De allí la importancia de evitar incendios en este tipo de bosques, como en las selvas del Amazonas, el pulmón del planeta.

El concepto que determina si un ecosistema está adaptado o inadaptado a los incendios es el régimen de fuego, que describe a este tipo de disturbio según su frecuencia (número de incendios en un periodo de tiempo determinado), intensidad (altura que alcanzan las llamas), severidad (grado de mortalidad de árboles), intervalo de retorno (tiempo entre un incendio y otro), estacionalidad (si suceden en primavera, verano, otoño o invierno) y la sinergia con otros disturbios (si por ejemplo, después de una plaga forestal o huracán que afectan al arbolado ocurren incendios posteriores).

La Ecología del Fuego es la rama de la ciencia que estudia el papel del fuego y su efecto sobre los ecosistemas forestales. Una de sus aplicaciones es caracterizar el régimen natural del fuego de los bosques, y determinar si éstos están adaptados a fuegos frecuentes (cada 1-20 años) de baja intensidad y severidad, como los bosques de pino (género Pinus) y enebro (género Juniperus), los matorrales y los pastizales; si están adaptados a fuegos poco frecuentes (cada 50, 100, 200 años), de alta intensidad y severidad, como los bosques de abeto u oyamel (géneros Picea, Abies y Pseudotsuga); o si los incendios son muy escasos, pero cuando ocurren generan un alto impacto, como en las selvas, los humedales y la tundra. También es importante conocer si el régimen natural del fuego ha sido modificado por actividades humanas. Como se había mencionado previamente, la supresión de incendios generó la modificación del intervalo de retorno de fuegos, como en los bosques de pino adaptados a incendios cada 5-10 años, donde no hubo incendios durante más de 50 años, se acumuló el material leñoso y después de años muy secos, ese material sirvió como combustible para incendios catastróficos. Tras estos incendios, la regeneración arbórea fue nula. Por tanto, entender la dinámica natural del fuego en ecosistemas forestales es de vital importancia para asegurar su conservación a largo plazo.

Fotografía de Ing. Trinidad Sáenz Reyes

El fuego puede ser utilizado para controlar el riesgo de incendios catastróficos. A través de quemas prescritas, y conociendo bien la ecología del fuego del bosque en cuestión y, además, con brigadistas bien capacitados, se puede reducir la acumulación del material leñoso. Esta práctica ha sido ampliamente utilizada en los bosques de Estados Unidos y Canadá, luego de aprender la lección de haber suprimido el fuego durante casi un siglo. Su aplicación en México es todavía muy incipiente, pues casi todas las actividades relacionadas al fuego se enfocan en el combate. Sin embargo, el uso tradicional del fuego es una actividad muy importante de las comunidades campesinas e indígenas, lo cual, mediante una buena capacitación, puede ser clave para aplicar el manejo del fuego, más que el mero combate de los incendios.

El concepto del manejo del fuego forestal incorpora una nueva visión que implica conocer el régimen natural del fuego, preservar su función en los bosques, y utilizarlo como una herramienta de manejo forestal. Este paradigma requiere: a) un proceso sólido de comunicación ambiental para cambiar la visión negativa sobre los incendios forestales, especialmente en los medios de comunicación, b) dotar de mejor equipo a los brigadistas y mayor presupuesto a las instituciones encargadas del sector forestal, y c) adecuar las leyes ambientales, para autorizar las quemas prescritas y el fuego en actividades agrícolas y forestales, siempre con las medidas de seguridad apropiadas; evitar el fuego en ecosistemas vulnerables; y para actuar con mayor rigor cuando se provocan incendios forestales para cambiar el uso del suelo, por ejemplo, hacia huertas de aguacate.

Fotografía de Jesús Eduardo Sáenz Ceja

El fuego puede ser un gran aliado para preservar la integridad de los bosques adaptados a los incendios forestales, pero puede ser un poderoso enemigo en aquellos ecosistemas donde naturalmente son escasos o donde se ha alterado el régimen natural del fuego. La clave para determinar si un bosque es vulnerable ante un incendio forestal es conocer su régimen del fuego, ya que de ello dependerá su capacidad de regeneración. En el caso de México, el 90% de los incendios forestales suceden por causas humanas y durante la época seca, cuando no hay tormentas eléctricas que los detonen. Por tanto, es seguro que el régimen natural del fuego ha sido alterado desde hace décadas, por lo que los estudios sobre ecología del fuego son fundamentales para conocer qué tanto han sido afectados los bosques del país.

Como ciudadanos, podemos colaborar respetando el bosque, apagando correctamente las fogatas, no dejando basura, como vidrios que pudiesen generar fuego, no arrojando colillas de cigarros en las carreteras y zonas boscosas, reportando incendios a los servicios de emergencia, y denunciando a los infractores que provoquen incendios intencionalmente. El futuro de los bosques se encuentra en nuestras manos, pero debemos todavía conocer más sobre cómo funcionan nuestros ecosistemas forestales, donde el fuego es una parte esencial, y puede ser un gran aliado para asegurar a largo plazo la preservación de los bosques y los servicios ambientales que nos proporcionan.

Jesús Eduardo Sáenz Ceja