En la búsqueda de un paisaje ideal | IIES

En la búsqueda de un paisaje ideal

Dosel de la selva amazónica de Brasil – una de las regiones más vulnerables a las perturbaciones humanas. Foto: Rhett A. Butler (tomada con permiso de mongabay.com)

En la búsqueda de un paisaje ideal

Víctor Arroyo-Rodríguez
Laboratorio de Ecología de Paisajes Fragmentados
IIES-UNAM

Me entristece pensar que la mayoría de los paisajes que vieron nuestros abuelos ya no son los mismos. Habría sido maravilloso conocer las selvas del sureste de México a mediados del siglo pasado, cuando era común ver jaguares, tapires y otros mamíferos de gran tamaño. Cuando inmensos árboles emergían del dosel de la jungla y el águila harpía, las guacamayas, los faisanes y otras aves hermosas volaban sobre el dosel.

Por fortuna, aún quedan algunos remanentes de esos bosques en México y el mundo, pero quizás por poco tiempo. Me pregunto, ¿Qué paisajes dejaremos a las generaciones futuras?

Los humanos somos una especie peculiar, una altamente invasora. Generalista como ninguna otra; vivimos casi en cualquier rincón de la tierra. Somos seguramente la más demandante de todas, pues no nos conformamos con poco. Y qué decir de nuestro éxito reproductivo, el crecimiento de nuestra especie parece no tener límites.

Estos y otros atributos de la especie humana parecen ser incompatibles con la biodiversidad en la tierra. Allá donde proliferamos, la biodiversidad desaparece. Actividades como la agricultura, la ganadería y la generación de energía están acabando rápidamente con los bosques del mundo y con un gran número de especies, sin darnos cuenta de que, al hacer esto, estamos poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia.

Este escenario me hace pensar, ¿Será posible diseñar un paisaje ideal, uno que beneficie a la biodiversidad y al mismo tiempo promueva el bienestar humano? Esta pregunta ha guiado mi trabajo de investigación por años. Para responderla, sabía que debía estudiar el impacto de las perturbaciones humanas sobre las especies, pues así conocería sus requisitos ecológicos, y con base en ese conocimiento, podría identificar las estrategias más adecuadas para su conservación.

Comencé entonces a trabajar en paisajes tropicales deforestados y fragmentados por las actividades agropecuarias. Primero estudié primates y plantas, y cómo responden a la pérdida, fragmentación y degradación del hábitat en estos paisajes. Después, con mis estudiantes, comenzamos a estudiar mamíferos terrestres, murciélagos, aves, y otros grupos. Pronto comencé a colaborar con colegas de México, Brasil, y otras partes del mundo y ¡Eureka!, surgieron los patrones.

A pesar de las excepciones – tan comunes en biología – me di cuenta de que la mayoría de los estudios indicaban que la pérdida de hábitat por deforestación es la principal amenaza para la biodiversidad. Descubrí también que muchas especies requieren una cantidad mínima de hábitat para sobrevivir. Particularmente interesante fue darme cuenta de cuán importante son los fragmentos de bosque más pequeños para la biodiversidad, los cuales han sido históricamente olvidados en los planes de conservación. Encontré así mismo el valor de los árboles nativos dispersos en tierras agrícolas y ganaderas, los cuales ofrecen numerosos recursos a las especies forestales y un sinnúmero de bienes y servicios a los humanos.

Sorprendentemente, no existía ningún trabajo en la literatura que revisara y sintetizara estos patrones. Por tanto, comencé a discutir la idea con varios colegas, y en febrero de 2020 logramos finalizar el manuscrito. Lo habíamos conseguido, entre todos respondimos la pregunta de investigación más grande que me he hecho hasta ahora.

Pasos para crear un paisaje ideal

Como detallamos en nuestra investigación publicada en la revista Ecology Letters sugerimos cuatro grandes pasos para lograr escenarios de paisaje, donde la biodiversidad y los humanos podemos coexistir de forma sostenible.

Paso 1: detener la deforestación

Pérdida global de bosques (en rojo) entre 2000 y 2018. Fuente: Global Forest Change

Lo primero y más importante es detener la deforestación. El impacto de la deforestación sobre la biodiversidad es mayor que el de otras amenazas, como la fragmentación o el aislamiento del hábitat. Ya hemos perdido demasiados bosques – casi el 50% de todos los árboles del mundo han desaparecido desde el comienzo de la civilización humana (enlace). Hoy se talan más de 15 mil millones de árboles cada año (unos 500 árboles por segundo). Alrededor del 43% de los árboles que quedan (3.04 billones) se encuentran en bosques tropicales y subtropicales, que son actualmente los más deforestados en todo el mundo (enlace). De hecho, 2017 fue el segundo peor año desde el 2000, en cuanto a pérdida de bosques tropicales se refiere, con una pérdida total de aproximadamente158,000 km2 de bosque – tres veces la extensión de Costa Rica (enlace). Por tanto, si queremos asegurar la supervivencia de millones de especies en el planeta, incluida nuestra propia especie, debemos detener la deforestación.

Paso 2: aumentar la cubierta forestal

Restaurar el bosque que hemos perdido también es prioritario. El bosque remanente en muchas regiones del mundo es insuficiente para asegurar el futuro de la biodiversidad. De hecho, las poblaciones de muchas especies han disminuido drásticamente, y su extinción será inminente en las próximas décadas si no hacemos algo para remediarlo (enlace). Afortunadamente sabemos cómo salvar especies: muchas especies a punto de extinguirse lograron recuperar sus poblaciones tras mejorar las condiciones de su hábitat (enlace). Sólo hay que redoblar los esfuerzos de conservación y restauración de bosque donde más se necesita (ver enlace).

Pero ¿Cuánto bosque deberíamos mantener en el paisaje para asegurar la supervivencia de la mayoría de las especies? Nuestra revisión sugiere que, consistente con propuestas recientes (enlace), una cifra conservadora sería conservar al menos el 40% de los bosques de un territorio. Pero ojo, como argumentamos en nuestra revisión, este porcentaje puede ser demasiado bajo para preservar las especies tropicales. Por tanto, deberíamos conservar un mayor porcentaje de bosques en los trópicos; por ejemplo, algunos estudios sugieren conservar al menos el 70% de la Amazonía (enlace).

Dosel de la selva amazónica de Brasil – una de las regiones más vulnerables a las perturbaciones humanas. Foto: Rhett A. Butler (tomada con permiso de mongabay.com)

Paso 3: preservar una gran cantidad de fragmentos de pequeños

Los esfuerzos de conservación y restauración descritos arriba no deben enfocarse en unas pocas áreas grandes, sino en muchas áreas pequeñas. Los remanentes de bosque pequeños no sólo preservan una proporción importante de la diversidad regional, también reducen la distancia entre fragmentos grandes, facilitando el movimiento de las especies y su obtención de recursos. En otras palabras, puede ser más efectivo preservar o restaurar diez fragmentos de 10 hectáreas cada uno, que preservar o restaurar un solo fragmento de 100 hectáreas.

En la selva Lacandona, México los fragmentos de bosque relativamente pequeños pueden albergar comunidades de plantas y animales diferentes, por lo que, en conjunto, son muy valiosos para conservar la diversidad regional. Además, reducen la distancia de aislamiento entre los fragmentos más grandes, lo que facilita el movimiento de los individuos y su obtención de recursos en el paisaje, como alimento, agua o refugio. Fuente: Google Earth.

Paso 4: mejorar la calidad de las tierras usadas por los humanos

El último, pero no menos importante paso es lograr que las tierras productivas que rodean los fragmentos de bosque sean lo más ‘amigables’ posibles con la biodiversidad. Para ello, entre otras medidas, recomendamos: (1) reducir la extensión de tierras dañinas para la biodiversidad, como grandes pastizales ganaderos y latifundios de monocultivos; (2) estimular prácticas de producción de alimentos adaptadas a las condiciones ambientales (ej. suelo, agua, clima y biota) de cada región para reducir los insumos (ej. agua, agroquímicos); (3) promover la producción de alimentos por medio de ‘sistemas agroforestales’ que combinan árboles nativos, cultivos y/o animales domésticos en la misma tierra; (4) delimitar las tierras productivas con cercos vivos o similares; (5) evitar la expansión de carreteras, represas hidroeléctricas y minería, especialmente cerca de las últimas áreas naturales del mundo; y (6) promover actividades económicas que valoricen los bosques conservados, como el ecoturismo, la pesca y caza sostenible, y el comercio sostenible de productos forestales.

Ejemplo de paisaje amigable con la biodiversidad en la selva Lacandona, Chiapas. La región aún mantiene más del 50% de la cobertura de bosque, incluyendo grandes reservas, como la Reserva de la Montes Azules (al fondo). Este paisaje aún mantiene una gran diversidad de plantas y animales, incluso en los fragmentos más pequeños, como el que se muestra al frente, donde una pareja de guacamaya roja (Aramacao) anida todos los años. Foto: Víctor Arroyo-Rodríguez.

Entonces, ¿Cómo se ve un paisaje ideal?

Si seguimos estos cuatro pasos, descubriremos que un paisaje ideal tiene al menos 40% del territorio cubierto por bosques nativos. La mayoría de esa cobertura está distribuida en un gran número de fragmentos pequeños; una porción más pequeña está formada por grandes reservas. Las tierras que rodean estos fragmentos son heterogéneas y muy arboladas, ya que son comunes los sistemas agroforestales y las propiedades están delimitadas por cercos vivos. Los cuerpos de agua están protegidos por vegetación natural. Los asentamientos humanos también son arbolados, con muchas áreas verdes y, en la medida de lo posible, diseñados en base a principios de la permacultura (enlace). Los usos de suelo desprovistos de árboles, como pastizales y cultivos anuales intensivos, ocupan una porción minoritaria del paisaje.

Esquema de un paisaje ideal, con al menos 40% de cobertura forestal, la mayoría distribuida en una gran cantidad de fragmentos de bosque pequeños. Los fragmentos están rodeados por tierras de alta calidad para la biodiversidad, con árboles dispersos y líneas de árboles (cercos vivos) limitando los terrenos. Las áreas abiertas, como pastizales, cultivos anuales y asentamientos humanos, deben mantener remanentes de vegetación nativa en su interior para que sean más amigables con la biodiversidad. Modificado de Arroyo-Rodríguez et al. (2020)

Y los humanos, ¿Qué ganamos con todo esto?

El paisaje que proponemos no solo es beneficioso para la vida silvestre, también provee importantes bienes y servicios a los humanos (enlace). Entre otros bienes, los fragmentos de bosque y otros elementos arbolados pueden proporcionar madera, leña, forraje para ganado, plantas comestibles, carne, cultivos comerciales, y plantas medicinales para las comunidades locales. Además, el bosque remanente proporciona servicios muy importantes, como la regulación de las condiciones climáticas, el mantenimiento de la cantidad y calidad del agua, la polinización de los cultivos y el control biológico de plagas y de pandemias, como estamos aprendiendo hoy de la peor manera posible con el Covid-19.

Los bosques juegan un papel crucial en el mantenimiento del equilibrio del planeta, regulando los ciclos del agua y de muchos elementos básicos para la vida (e.g. carbono, nitrógeno, oxígeno). Son enormes sumideros de carbono de importancia clave en la prevención del cambio climático. Los fragmentos de bosque contribuyen a refrescar el ambiente y ayudan a regular la cantidad y calidad del agua. Al amortiguar las lluvias, evitan la erosión y la pérdida de nutrientes del suelo. Se dice que los bosques son como ‘esponjas’, ya que pueden interceptar y almacenar grandes cantidades de agua de lluvia. Los árboles también son ‘fuentes de agua’; sus raíces pueden extraer el agua almacenada en zonas profundas del suelo, y liberarla después de usarla (e.g. fotosíntesis) a través de sus hojas hacia el aire, donde luego se condensa formando nubes que caen en forma de lluvia.

Paisaje altamente heterogéneo y amigable con la biodiversidad en Las Alturas de Cotón, Puntarenas, Costa Rica. El bosque tropical continuo (al fondo) es parte del Parque Internacional ‘La Amistad’, que protege hábitats muy diversos. Este parque está rodeado de fragmentos forestales y tierras productivas pequeñas y heterogéneas, con numerosos elementos seminaturales, como corredores ribereños, cercas vivas y árboles nativos dispersos que contribuyen a preservar muchas especies de flora y fauna nativa.

¿Haciendo del paisaje ideal una realidad?

Sin duda, hoy tenemos suficiente evidencia científica para pasar de la teoría a la práctica. Lo sé, no es fácil. Uno esperaría que, si los políticos y tomadores de decisión se preocupan por nuestro bienestar, darían prioridad a la crisis ambiental. Podrían promover medidas para detener la deforestación a gran escala, como la creación de reservas y corredores biológicos y el pago por servicios ambientales. Podrían también ofrecer incentivos para promover cultivos amigables con la biodiversidad, o sancionar (con impuestos, por ejemplo) aquellos productos ambientalmente más costosos. Podrían hacerlo sí, pero por razones que no vamos a discutir aquí, no lo hacen. De hecho, la mayoría de los gobiernos no lograron reducir las tasas de destrucción de bosques y conservar el 17% de su territorio – dos importantes Metas de Aichi para 2020 (Convenio sobre la Diversidad Biológica, CDB). Por tanto, pedir que conserven el 40% (o 50% como proponen otros) parece imposible, aunque esta nueva meta ya está en el papel (ver borrador del informe CDB para 2050). Me preocupa que aún haya gobiernos que no crean en el cambio climático, o que prefieran vender sus bosques a corporaciones como Bayer, que los transforman en gigantes monocultivos de soya transgénica para alimentar cerdos en China y otros animales domésticos en América y Europa. Evidentemente, confiar el futuro de los bosques y su biodiversidad a los políticos es muy riesgoso.

¿Qué podemos hacer nosotros que vivimos en las ciudades? Mucho. Todos los esfuerzos a nivel individual son fundamentales. Por pequeños que sean, pueden sumarse y lograr un gran impacto positivo. Por ejemplo, podemos hacer donaciones para causas como la compra de tierras para conservación y restauración (ver enlace). También podemos ser consumidores más conscientes, comprando productos locales, de temporada, especialmente productos orgánicos, de proyectos de permacultura y/o del llamado ‘comercio justo’. Particularmente crucial es reducir nuestra demanda de productos forestales. A veces no lo notamos, pero la energía, el transporte, los alimentos y bebidas, la vivienda, incluidos los muebles y electrodomésticos de nuestras casas, demandan directa o indirectamente muchos recursos forestales. Y qué decir del consumo de carne y productos lácteos; consumimos demasiado estos productos tan dañinos para el ambiente y nuestra salud. La ciencia ha demostrado que la pérdida de bosques y el cambio climático global son principalmente causados por la crianza de animales domésticos. Por tanto, una forma simple de proteger los bosques y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero desde casa es cambiar nuestra dieta a una basada en plantas (enlace) – algo sano para nosotros y para el planeta (enlace).

Nunca antes habíamos tenido tanta información científica sobre las causas y consecuencias de la crisis ambiental. Nunca antes habíamos entendido tan bien el problema y como solucionarlo. Por el bien de la biodiversidad y nuestro propio bien, ¡Hagamos posible el paisaje ideal!

Referencia

Arroyo-Rodríguez, V., Fahrig, L., Tabarelli, M., Watling, J.I., Tischendorf, L., Benchimol, M., Cazetta, E., Faria, D., Leal, I.R., Melo, F.P.L, Morante-Filho, J.C., Santos, B.A., Arasa-Gisbert, R., Arce-Peña, N., Cervantes-López, M.J., Cudney-Valenzuela, S., Galán-Acedo, C., San-José, M., Vieira, I.C.G., Slik, J.W.F., Nowakowski, J., Tscharntke, T. (2020). Designing optimal human-modified landscapes for forest biodiversity conservation. Ecology Letters (doi: 10.1111/ele.13535)